No recuerdo cuando ni tampoco donde. No sé si pasó en
realidad o simplemente fue un sueño, pero esto lo sentí como si lo hubiera
vivido en carne propia.
Me encontraba
caminando en una calle desierta y oscura. No se podía ver nada ni oír nada.
Solo podía escuchar los pasos que daba y el palpitar de mi corazón.
Tenía el presentimiento
de que buscaba algo y a la vez que esperaba a alguien. Mis pies dudaban por
cada paso que daba. No estaba seguro de a dónde iba o qué hacía, pero este
presentimiento no desaparecía por nada. Fue entonces cuando lo vi.
Una pequeña
luz había aparecido a una muy larga distancia de donde me encontraba, mi corazón
comenzó a palpitar más rápido. ¿Era eso lo que buscaba? ¿Será eso lo que
esperaba? Pero ¿qué era eso?
Comencé a
correr para alcanzar la luz. Luego de unos minutos me pareció ver que cada vez
que me acercaba la luz se alejaba, debido a eso aceleré el paso “¡espera!”
grité, pero fue inútil. Continué corriendo mientras mi corazón no dejaba de
acelerar las palpitaciones.
“Por favor,
¡espera!” pedí de buena forma, y la luz se detuvo. Cada vez estaba más cerca y
cerca, podía sentir la adrenalina que corría por mis venas. ¿Por qué tanto por
una simple luz? ¿Qué es lo que realmente quiero? ¿Qué estoy haciendo? Ya con la
ignorancia, las preguntas por sí solas venían a mi mente, y en cierta forma
estaba en lo correcto no tenía respuestas para cada una de estas.
Fue entonces
cuando estaba a pocos metros de alcanzar la luz. Estiré mi brazo para poder
cogerla, pero a poco de poder atraparla desapareció. Quedé de pie sin saber qué
hacer, llevé mis manos hacia mi cabeza tratando de aclarar mis ideas. ¿Ahora,
qué hago? ¿Qué puedo buscar en la nada? ¿Quién me puede buscar en esta
solitaria soledad?
No podía hacer
nada, mi cuerpo comenzó a temblar, mi corazón no dejaba de palpitar cada vez
más rápido. Un fuerte escalofrío en la espalda provocó que mi cuerpo se
tensara. “¿Qué haces?” preguntó una voz sombría a mis espaldas. Mi instinto
hizo que volverá la más rápido posible, pero no había nadie. “Debe de ser mi
imaginación” me dije a mí mismo.
“¿No recuerdas
nada?” se volvió a escuchar la voz sombría “¿No sabes nada?” ahora lo entendía,
había y a la vez no había nadie, una simple voz me estaba susurrando al oído. “¡Qué
sabes tú de mi!” reclamé, el silencio se prolongó por unos minutos. “Que pena
me das, las personas por librarse de todo error tratan de olvidarse de todo,
pero lo que no saben es que siempre hay un TODO que lo sabe TODO”.
En ese momento
recordé, ya sabía lo que hacía, recordé lo que buscaba y peor aún lo que esperaba. Fue cuando quedé de
rodillas y caí en la desesperación, pegué un fuerte grito y la voz comenzó a reír
“nada escapa del TODO”
“Caí en un juego
del cual ya no tenía escapatoria”