jueves, 7 de noviembre de 2013

Prefacio

No recuerdo cuando ni tampoco donde. No sé si pasó en realidad o simplemente fue un sueño, pero esto lo sentí como si lo hubiera vivido en carne propia.
     Me encontraba caminando en una calle desierta y oscura. No se podía ver nada ni oír nada. Solo podía escuchar los pasos que daba y el palpitar de mi corazón.
     Tenía el presentimiento de que buscaba algo y a la vez que esperaba a alguien. Mis pies dudaban por cada paso que daba. No estaba seguro de a dónde iba o qué hacía, pero este presentimiento no desaparecía por nada. Fue entonces cuando lo vi.
     Una pequeña luz había aparecido a una muy larga distancia de donde me encontraba, mi corazón comenzó a palpitar más rápido. ¿Era eso lo que buscaba? ¿Será eso lo que esperaba? Pero ¿qué era eso?
     Comencé a correr para alcanzar la luz. Luego de unos minutos me pareció ver que cada vez que me acercaba la luz se alejaba, debido a eso aceleré el paso “¡espera!” grité, pero fue inútil. Continué corriendo mientras mi corazón no dejaba de acelerar las palpitaciones.
     “Por favor, ¡espera!” pedí de buena forma, y la luz se detuvo. Cada vez estaba más cerca y cerca, podía sentir la adrenalina que corría por mis venas. ¿Por qué tanto por una simple luz? ¿Qué es lo que realmente quiero? ¿Qué estoy haciendo? Ya con la ignorancia, las preguntas por sí solas venían a mi mente, y en cierta forma estaba en lo correcto no tenía respuestas para cada una de estas.
     Fue entonces cuando estaba a pocos metros de alcanzar la luz. Estiré mi brazo para poder cogerla, pero a poco de poder atraparla desapareció. Quedé de pie sin saber qué hacer, llevé mis manos hacia mi cabeza tratando de aclarar mis ideas. ¿Ahora, qué hago? ¿Qué puedo buscar en la nada? ¿Quién me puede buscar en esta solitaria soledad?
     No podía hacer nada, mi cuerpo comenzó a temblar, mi corazón no dejaba de palpitar cada vez más rápido. Un fuerte escalofrío en la espalda provocó que mi cuerpo se tensara. “¿Qué haces?” preguntó una voz sombría a mis espaldas. Mi instinto hizo que volverá la más rápido posible, pero no había nadie. “Debe de ser mi imaginación” me dije a mí mismo.
     “¿No recuerdas nada?” se volvió a escuchar la voz sombría “¿No sabes nada?” ahora lo entendía, había y a la vez no había nadie, una simple voz me estaba susurrando al oído. “¡Qué sabes tú de mi!” reclamé, el silencio se prolongó por unos minutos. “Que pena me das, las personas por librarse de todo error tratan de olvidarse de todo, pero lo que no saben es que siempre hay un TODO que lo sabe TODO”.
     En ese momento recordé, ya sabía lo que hacía, recordé lo que buscaba y  peor aún lo que esperaba. Fue cuando quedé de rodillas y caí en la desesperación, pegué un fuerte grito y la voz comenzó a reír “nada escapa del TODO”


     “Caí en un juego del cual ya no tenía escapatoria”